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Importancia de sanar a mi Niño Interior

Es inevitable que el hecho de convertirnos en padres nos conecte con nuestra propia infancia y con nuestras heridas del pasado, y si no las resolvemos, o al menos las hacemos conscientes, muy probablemente las repetiremos como patrones intergeneracionales en la crianza de nuestros propios hijos.


Recientes estudios sobre la paternidad y las familias han descubierto que las heridas de la infancia pueden caer en el rango de la acción o la omisión.


Las heridas por acción suceden por algo que vivimos, como abuso o maltrato, que pueden ser físicos o emocionales. Dentro de esta categoría podríamos incluir maltrato físico, abuso sexual, humillación, injusticia, traición y abandono físico. Estas heridas suelen ser más evidentes, porque se trata de algo que te pasó y que dejó en ti una profunda huella de dolor.



Pero también hay heridas de la infancia por omisión, que suceden por negligencia o descuido de los padres hacia las necesidades emocionales de sus hijos. Esta última forma es la más frecuente, pero también la más difícil de reconocer, porque es sutil, invisible y aparentemente no deja huella. La negligencia o descuido puede suceder aún en las familias más amorosas, pues no se trata de algo grave que te haya sucedido, sino de algo que no tuviste. La huella que esto deja en ti es la de un gran vacío interior. Esa sensación de que lo tienes todo para ser feliz, y aún así no lo eres y no sabes por qué.


Una persona que ha sufrido negligencia emocional en la infancia, es aquella que ha sentido que sus emociones no han sido reconocidas, valoradas, ni procesadas por sus padres o cuidadores. Aquí podríamos incluir a padres que: • Son indiferentes a las necesidades emocionales de amor o protección de sus hijos. • Descalifican los sentimientos o temores de sus hijos diciendo: “No es para tanto”. • Dejan que sus hijos “se arreglen” solos ante emociones negativas intensas. • Critican a sus hijos por sentirse de tal o cual manera. • Castigan a sus hijos con su silencio o con amenazas de retirarles su amor.


¿Qué podemos hacer para sanar estas heridas?


A continuación, te comparto cinco pasos que te pueden ayudar a trabajar en tus heridas de la infancia:


  1. Reconoce la herida y hazla consciente.

  2. Desahoga el dolor y deja fluir las emociones que se han quedado atrapadas, sin culpabilizar.

  3. Fortalece al “yo adulto” como cuidador y protector de tu “niño interior”. Que el “yo adulto” te ayude a entender, reconociendo que tus padres hicieron lo mejor que pudieron con los recursos que tenían.

  4. Hazte cargo de tus necesidades emocionales, para no transmitir esta herida a las siguientes generaciones. Esto equivale a convertirte en padre de ti mismo

  5. Repara para no repetir. Porque lo que no se reconoce, lo que no se hace consciente, lo que no se repara, tiende a repetirse. Y si es necesario, busca ayuda profesional.

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