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Las interacciones amorosas entre el bebé y su cuidador construyen el "Cerebro Social"

Actualizado: 2 jul 2021

Las interacciones amorosas entre los bebés y sus padres o cuidadores contribuyen a construir lo que se conoce como el «Cerebro Social», esto es, el desarrollo de las capacidades para relacionarnos con los demás, para tener empatía, para ser compasivos y comprensivos, para moderar nuestra agresividad, para tomar decisiones correctas, y para controlar nuestros impulsos.


Por lo tanto, si logramos una crianza más amorosa, en donde se logren cubrir las necesidades básicas del bebé, tanto físicas como emocionales, de una manera afectiva, oportuna y consistente, se tendrá como resultado menos estrés en el cerebro del bebé, lo cual resulta positivo, pues se ha comprobado que demasiado estrés puede disminuir la creación de sinapsis y dificultar el desarrollo del cerebro social, según podemos verlo en otro video del Centro para el Desarrollo Infantil de la Universidad de Harvard llamado: El estrés tóxico perjudica el desarrollo saludable.




La Realidad


Pero lo que salta a la vista en medio de nuestra complicada realidad, es que al parecer este apoyo y alimento emocional que nutre el cerebro de nuestros bebés, no se está encontrando en las familias, o no de manera suficiente. Esto se nota en el largo plazo, cuando los niños empiezan a crecer y se presentan los problemas de aprendizaje, de conducta o de falta de regulación emocional.


Ningún padre o madre desea que, al crecer su hijo, caiga en las garras del alcohol o las drogas, se involucre en conductas antisociales o delincuenciales, sufra depresión o ideaciones suicidas. Tampoco nadie desea que, al crecer su hija, esta se embarace de manera precoz, caiga en el uso de alcohol o drogas, sufra de trastornos alimenticios o fracase en la escuela.


La Buena Noticia


La buena noticia es que todo esto puede ser prevenido, desde la infancia temprana, con una buena crianza, creando confianza básica y un apego seguro. Las investigaciones confirman que ésta es la edad más propicia para prevenir y poner los cimientos del desarrollo de conductas futuras.



Se entiende por infancia temprana la edad entre los 0 y 5 años, periodo al que los científicos del desarrollo y de las neurociencias llaman «ventana única oportunidad». Esto se refiere al periodo de vida cuando el desarrollo cerebral, corporal y emocional sucede con más rapidez. No hay ningún otro momento en la vida del ser humano donde esto vuelva a ser así. Pero, ¿qué pasa si esta «ventana» no se aprovecha?, ¿se puede recuperar después? Sí, es posible, pero con más dificultad. Sucede como con una casa, cuesta más trabajo tratar de apuntalarla una vez que ya ha sido construida.






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