¿Te has preguntado si estás siendo un buen padre?
A veces pensamos que no estamos siendo buenos padres porque no sabemos cómo responder a las necesidades de nuestros hijos, o peor aún, porque sus demandas nos desquician y nos sacan de nuestras casillas.

Desafortunadamente no es fácil reconocer estos sentimientos, porque no nos gusta darnos cuenta de que no estamos cumpliendo con las expectativas sociales, o con nuestras propias expectativas, sobre lo que significa ser unos “padres ideales”, y preferimos negar lo que sucede.
Qué es la Negación
La negación es un mecanismo de defensa que utilizamos inconscientemente para afrontar las situaciones difíciles, distorsionando, disfrazando o rechazando la realidad.
No nos atrevemos a reconocer cosas tales como:
Que el cuidado de nuestros hijos en ocasiones nos agobia,
Que no soportamos su llanto,
Que nos frustra y nos enoja que no quieran dormir, que no quieran comer,
Que se despierten a cada rato, que se ensucien a cada rato,
Que no me gusta sentir que quiera separarse de mí,
¡O que me desespera que no quiera separarse de mí!!
Entonces preferimos negar esta realidad porque no podemos permitirnos aceptarla,
sin embargo, si queremos cambiar algo, lo primero que necesitamos hacer, es salir de la negación, pues ¿cómo podríamos buscar soluciones si nos aferramos a la idea de que aquello no existe o no sucede?.
Atrevernos a reconocer lo que nuestro hij@ nos hace sentir
Se trata de que podamos reconocer internamente cómo nos hace sentir nuestro hijo. Atrevernos a reconocerlo, nos ayudará a recuperar la serenidad más rápidamente. Darnos cuenta de lo que en realidad pensamos o sentimos es liberador, y no nos hace ser malos padres.
Más bien nos ayuda a vernos como personas con altibajos, que aun así estamos tratando de hacer lo mejor por nuestros hijos. Ellos no necesitan padres perfectos, sólo padres y madres suficientemente buenos, como afirmó el psicólogo infantil Donald Winnicott.
Sin embargo, el darte cuenta, no significa que puedas hacer las cosas diferente con tus hijos de forma inmediata. La mayoría de las veces reaccionamos con ellos en automático.
Necesitamos descubrir cuáles son los disparadores que nos provocan esas reacciones.
Hazte las siguientes preguntas:
¿Qué interpretación le das a las situaciones que mencionamos? (que llore, que no coma, que se despierte, que se ensucie…) ¿Lo tomas como algo personal? ¿Lo sientes como un rechazo? ¿Como algo que tu hijo hace de manera intencional para molestarte?
¿Qué emociones o sentimientos te provoca esta situación? Enojo, frustración, desesperanza, tristeza…
¿Cómo recuerdas o qué sabes de cómo eran acogidas estas necesidades cuando tú eras pequeñ@? Esta última pregunta es importante, porque tal vez el día de hoy tú te encuentras respondiendo a tu hijo de la misma forma en que tus padres te respondían a ti.
Cuanto mejor logres entender estos disparadores, los momentos en que suceden, y las emociones que te provocan, mejor podrás manejarlas.
Lo primero es entender que no es personal. Nada de lo que un niño pequeño haga o deje de hacer es intencional para incomodarte o exasperarte, de modo que, si hay algo que te moleste, habrá que buscar en ti, más que en él o en ella.